(IAR-Noticias) 16-Dic-05
Nacieron para defender el barrio, pero evolucionaron hasta penetrar el crimen organizado.
Por Marcos Alemán - Associated Press
Por sus vínculos con el tráfico de drogas, indocumentados y armas, las pandillas han puesto en jaque a Centroamérica y disparado las alarmas de las fuerzas de seguridad fuera de la región.
El peligro de las pandillas, conocidas como maras, estriba en "el terror que infunden, los niveles de organización que han alcanzado, el dominio territorial que ejercen y lo más grave de todo, el sentimiento de impunidad que como grupo tienen", dijo en entrevista a la AP el viceministro de Seguridad Pública de El Salvador, Rodrigo Avila.
El fenómeno es tan grave, que la Organización de Estados Americanos (OEA) comenzó a interesarse en el asunto y agentes del FBI se instalarán el próximo año en El Salvador para identificar a las estructuras de las pandillas y sus movimientos transnacionales, pues temen que estos grupos, que ya controlan rutas de inmigrantes, ayuden a terroristas a entrar a su país desde México.
Avila dijo que el nivel de organización es tal que "ya igual que los Boys Scouts, han hecho campos, convenciones, seminarios".
Informes estadounidenses indican que pandilleros de la Mara Salvatrucha se reunieron en Bloomery, en Virginia, y mientras sus mujeres preparan el picnic y los niños jugaban, los hombres se congregaron "para hablar de negocios".
Según estimaciones policiales, en Centroamérica existen unos 100.000 pandilleros, en su mayoría miembros de la MS y la Mara 18 (M18), considerados los grupos más violentos de la región.
Para amedrentar a la población, las pandillas han realizado macabros asesinatos y frecuentemente aparecen cuerpos mutilados. En Honduras un niño pandillero de 13 años fue acusado de asesinar a un agente de la DEA y señalado como responsable de otros 16 asesinatos.
El presidente guatemalteco Oscar Berger responsabilizó a las pandillas del 80% de los crímenes violentos que ocurren en ese país.
Avila advirtió que si las pandillas continúan evolucionando "lo que va a haber es una guerra en Centroamérica, en la que la sociedad va a tener que pelear contra las pandillas y es posible que aquí en años, si seguimos así, las pandillas van a tener representación en los congresos de Centroamérica".
Según Istmania Pineda, directora en Honduras del grupo no gubernamental Xibalbá que trabaja con niños para evitar que se conviertan en pandilleros, los "mareros" han cambiado y la nueva generación sobrevive "con mejores armas e inteligencia a las embestidas estatales". Trabajan con "el apoyo financiero del crimen organizado y el narcotráfico", afirmó.
El sociólogo de la Universidad Católica Centroamericana (UCA), Miguel Cruz, sostiene que las pandillas se transformaron tanto en respuesta a los planes represivos de los gobiernos que ahora "controlan las fronteras, el famoso tren de la muerte en México, rutas de indocumentados".
Afirmó que la transformación de las pandillas es una respuesta a los "planes represivos" de los gobiernos de Centroamérica y Estados Unidos y ahora son un problema más grave.
Según Cruz, las pandillas comienzan a organizarse cuando los capturan y los ponen juntos en una misma cárcel, donde establecen vínculos y arman alianzas.
Explicó que en un principio el crimen organizado comenzó a usar a las pandillas "como sicarios, soldados", pero luego las maras se dieron cuenta que tienen más fuerza y empezaron a disputarle al mismo crimen organizado el mercado de la droga.
"Las pandillas pasaron de ocupar las calles y pedir coras (moneda de 25 centavos de dólar)", a ordenar toques de queda en sus barrios y extorsionar a comerciantes y empresarios."En la práctica las pandillas son ahora un poder fáctico... que básicamente tienen la capacidad de desafiar al Estado".
Avila coincidió y afirmó que las maras "tienen poder territorial, social, hasta económico, solo les falta el político nada más".
Las bandas nacieron en Los Angeles, formadas por jóvenes inmigrantes salvadoreños que se mudaron a California para escapar de las guerra civil en Centroamérica en los años 80.
Comenzaron a ser deportados de Estados Unidos y se extendieron en todo Centroamérica en la década de 1990. Muchos de ellos no conocían la tierra de sus padres y hablaban poco español. No se adaptaron y ante las medidas enérgicas en su contra han comenzado a regresar a Estados Unidos.
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