Como quien no quiere la cosa una nueva historia comienza, pretendiendo negar el pasado y esconder el presente de privilegiados que no han sido invadidos por el dolor y otra centena de desconsolados para los que no hay navidad, porque hasta que uno muere, mueren los recuerdos.
Aún huele a sudor la ropa de un migrante encarcelado, las cobijas de un niño están húmedas del llanto extrañando un abrazo de sus padres, el inocente solitario en un presidio, una lápida sin flores, una mesa sin comida, un enfermo que lentamente muere esperando medicina, un pueblo con sed de justicia, eso es navidad.
Un recuerdo de años atrás que inventabamos futuros para cambiar el presente. La deshumanización de la tecnología que día a día nos aleja del entorno familiar. Como se añoran los recuerdos en blanco y negro de la infancia la rama de pino verde decorada con globos de colores y aserrín regado en el piso.
Ahora, es difícil reconocer el futuro que desde ya parece estar enfermo, fundamentado en mentiras, que nos llenan de incertidumbre, inventando estrategias antes locales ahora transnacionales, no hay oportunidades inmediatas ante la promesa de un cambio que no logra encender las luces de un árbol, una iniciativa masiva pierde sentido con miras al progreso, escondido tras las cortinas de un sórdido escenario que nos presenta mil máscaras con espantos que arrasan cada vez más con nuestras libertades.
Bombardeando a un pueblo con hambre y sed de justicia, la guerra del consumismo y el miedo desbastador que aumentan la brecha entre ricos y pobres. Por un rato los abrazos, las luces y regalos en un escaparate nos hacen recordar que es tiempo de parar la derrota, reconocer el pasado y escribir una nueva historia en una hoja en blanco, donde el pasado del que sufre sea un mundo para explorar y hacer un cuento nuevo para futuras generaciones.
El 2017 se presta para reflexionar, muchos experimentamos milagros que ameritan celebración, aún en lo malo encontramos nuevos amigos, un nuevo mundo donde sobresale la fuerza, la pasión y la alegría, ya respiramos el espíritu de noche buena como un leve susurro en medio de un festín de injusticias y desigualdades, sentimos el deseo de amar intensamente, de aportar, compartir y construir el bienestar de otros sin exclusión.Con un reto para los políticos de aprender de los errores, sin olvidar que el mejor remedio para la pobreza es el crecimiento económico de clara competividad.
Tratemos de entendernos, sanemos heridas, pongamos bálsamo en el alma de los desconsolados “no perdamos la oportunidad de ser buenos”, fortalezcamos la libertad, la solidaridad y el diálogo sin prejuicios pensando en las familias que no están juntas.
Navidad es una historia por contar para reflexionar buscando la unión y llenando nuestras vidas de propósitos.
“Paz a los hombres de buena voluntad”
http://www.mujeresnegocios.com/2016/11/28/editorial-navidad/