Itsmania Platero
La sociología dice, que la familia es la base de la sociedad, pero vemos hoy, un núcleo familiar, destruido, desligado, quebrantado, por la violencia que día a día crece descontroladamente y se manifiesta en diferentes formas contra nosotras las mujeres, como lo demuestran las cifras estadísticas de los organismos defensores de los derechos de la mujer y las Naciones Unidas.
Un hogar matricentrista, donde la mujer es el centro de todo. Sufre los atropellos del hombre y en muchos casos enfrenta la rebeldía de los hijos. Una cruda realidad. “si el núcleo de la sociedad es la familia, tenemos que vivir con esta pobreza moral, una sociedad destruida”, con hogares desintegrados, donde la cabeza es la mujer y por consecuencia los hijos crecen solo con el apoyo de la madre completamente disgregados. Entonces de que nos asustamos si nuestro “núcleo social ya no se puede llamar familia” .
En violencia doméstica e intrafamiliar, la casa de la agredida es el lugar donde se protagoniza la mayoría de las agresiones, incluyendo los casos en los que las mujeres no estaban viviendo con el agresor. La vivienda es el escenario privilegiado de las relaciones familiares y de pareja, donde el agresor actúa con mayor libertad y las mujeres, adultas, jóvenes o niñas, se encuentran más indefensas.
Otros sitios en los que se producen las agresiones son: la casa del agresor, de otro pariente o conocido. Las mujeres somos atacadas en lugares públicos, lo que refleja la impunidad de estas acciones violentas y la legitimidad social prevaleciente. Los delitos contra la libertad sexual y la honestidad (violación y tentativa de violación así como rapto y estupro) también han crecido.
Llama la atención el alto número de hombres privados de libertad por este delito, que constituye el 4° motivo de encarcelamiento o reclusión. Es una forma delictiva que despierta gran relevancia dentro de los hechos noticiosos sin descontar la angustia que produce en la familia, la comunidad y el pánico generalizado en toda la sociedad. Para muchos es fruto de la pobreza y de la corrupción que galopa con libertad en el país.
La proliferación en la pérdida de valores morales y espirituales en el hogar. La degradación del ser humano a su más mínimo expresión, la impunidad, cultura de violencia, desigualdad en el ingreso, la falta de vigencia y aplicación de algunas leyes que permitan urgentes reformas legales debido a que las existentes “resultan inadecuadas e inadaptables a la realidad delictiva actual”.
La ausencia de una adecuada política de prevención social mas la aplicación de una ineficaz estrategia de prevención y de represión, descuidan los proyectos sociales que ayudarían a contrarrestar el auge delictivo contra nosotras las mujeres.
La mujer hondureña y la violencia
La legitimación del uso de la fuerza como un medio de resolución de conflictos lo convierte en un comportamiento social aceptable en ausencia de la capacidad estatal de mantener el orden social en el país. “El amarillismo y la nota roja” son la mejor arma del gobierno fabricando simulacros de justicia e integridad institucional”, normalizando la violencia familiar y el fenómeno de seguridad no gubernamental es decir “privada” orientando las campañas de violencia a las mujeres y los niños como solución a los conflictos cotidianos, siendo la auto defensa la única alternativa que nos queda. ¡¡lo que se traduce como aumento en la criminalidad involucrando a la mujer hondureña como un nuevo perfil criminológico, en los diferentes contextos de la sociedad, sin distinción de clases sociales, en el manejo del Estado moderno y en la psicología social de un pueblo al borde de la rebelión o del canibalismo.
Sea la violencia natural o humana se define como “el uso o amenaza de uso, de la fuerza física o psicológica, con intención de hacer daño” (Buvinic, Morrison y Shifter,1999) y en sus varias manifestaciones (homicidio, robo, secuestro, violencia doméstica, violación sexual) . La violencia desde el punto de vista de los derechos humanos, es un mal en sí mismo. Es la pérdida de años de salud mental por parte de la población, esta absorbiendo la vida permanente del planeta, en todo momento los hombres y mujeres hemos tratado de esquivarla, no aceptarla como una realidad que se mantiene latente en todos los ámbitos de la vida cotidiana como la familia misma.
La violencia es producto de nuestros propios miedos, somos hijos de ella, la practicamos y la usamos cuando lo consideramos necesario, en el hogar, la empresa, la organización social, gremial, política, de organismos de DDHH inclusive, donde ejercemos poder, control, autoridad aún desde las mujeres dirigentes. Eso no quiere decir que debemos aceptarla sin ningún reparo. Hoy más que nunca las mujeres asumimos un papel más beligerante en los diferentes campos de nuestra sociedad, lo que nos hace más vulnerables ante el crimen, ante la despreocupación legislativa y ante el creciente aumento de la impunidad y la insolaridad social y política.
Para todas las mujeres dignas que en silencio viven humilladas apagadas, agredidas siendo victimas de la violencia. Por las centenas de víctimas del femicidio.
Itsmania Platero, presidenta de Xibalba Arte Y Cultura (DDHH)
La sociología dice, que la familia es la base de la sociedad, pero vemos hoy, un núcleo familiar, destruido, desligado, quebrantado, por la violencia que día a día crece descontroladamente y se manifiesta en diferentes formas contra nosotras las mujeres, como lo demuestran las cifras estadísticas de los organismos defensores de los derechos de la mujer y las Naciones Unidas.
Un hogar matricentrista, donde la mujer es el centro de todo. Sufre los atropellos del hombre y en muchos casos enfrenta la rebeldía de los hijos. Una cruda realidad. “si el núcleo de la sociedad es la familia, tenemos que vivir con esta pobreza moral, una sociedad destruida”, con hogares desintegrados, donde la cabeza es la mujer y por consecuencia los hijos crecen solo con el apoyo de la madre completamente disgregados. Entonces de que nos asustamos si nuestro “núcleo social ya no se puede llamar familia” .
En violencia doméstica e intrafamiliar, la casa de la agredida es el lugar donde se protagoniza la mayoría de las agresiones, incluyendo los casos en los que las mujeres no estaban viviendo con el agresor. La vivienda es el escenario privilegiado de las relaciones familiares y de pareja, donde el agresor actúa con mayor libertad y las mujeres, adultas, jóvenes o niñas, se encuentran más indefensas.
Otros sitios en los que se producen las agresiones son: la casa del agresor, de otro pariente o conocido. Las mujeres somos atacadas en lugares públicos, lo que refleja la impunidad de estas acciones violentas y la legitimidad social prevaleciente. Los delitos contra la libertad sexual y la honestidad (violación y tentativa de violación así como rapto y estupro) también han crecido.
Llama la atención el alto número de hombres privados de libertad por este delito, que constituye el 4° motivo de encarcelamiento o reclusión. Es una forma delictiva que despierta gran relevancia dentro de los hechos noticiosos sin descontar la angustia que produce en la familia, la comunidad y el pánico generalizado en toda la sociedad. Para muchos es fruto de la pobreza y de la corrupción que galopa con libertad en el país.
La proliferación en la pérdida de valores morales y espirituales en el hogar. La degradación del ser humano a su más mínimo expresión, la impunidad, cultura de violencia, desigualdad en el ingreso, la falta de vigencia y aplicación de algunas leyes que permitan urgentes reformas legales debido a que las existentes “resultan inadecuadas e inadaptables a la realidad delictiva actual”.
La ausencia de una adecuada política de prevención social mas la aplicación de una ineficaz estrategia de prevención y de represión, descuidan los proyectos sociales que ayudarían a contrarrestar el auge delictivo contra nosotras las mujeres.
La mujer hondureña y la violencia
La legitimación del uso de la fuerza como un medio de resolución de conflictos lo convierte en un comportamiento social aceptable en ausencia de la capacidad estatal de mantener el orden social en el país. “El amarillismo y la nota roja” son la mejor arma del gobierno fabricando simulacros de justicia e integridad institucional”, normalizando la violencia familiar y el fenómeno de seguridad no gubernamental es decir “privada” orientando las campañas de violencia a las mujeres y los niños como solución a los conflictos cotidianos, siendo la auto defensa la única alternativa que nos queda. ¡¡lo que se traduce como aumento en la criminalidad involucrando a la mujer hondureña como un nuevo perfil criminológico, en los diferentes contextos de la sociedad, sin distinción de clases sociales, en el manejo del Estado moderno y en la psicología social de un pueblo al borde de la rebelión o del canibalismo.
Sea la violencia natural o humana se define como “el uso o amenaza de uso, de la fuerza física o psicológica, con intención de hacer daño” (Buvinic, Morrison y Shifter,1999) y en sus varias manifestaciones (homicidio, robo, secuestro, violencia doméstica, violación sexual) . La violencia desde el punto de vista de los derechos humanos, es un mal en sí mismo. Es la pérdida de años de salud mental por parte de la población, esta absorbiendo la vida permanente del planeta, en todo momento los hombres y mujeres hemos tratado de esquivarla, no aceptarla como una realidad que se mantiene latente en todos los ámbitos de la vida cotidiana como la familia misma.
La violencia es producto de nuestros propios miedos, somos hijos de ella, la practicamos y la usamos cuando lo consideramos necesario, en el hogar, la empresa, la organización social, gremial, política, de organismos de DDHH inclusive, donde ejercemos poder, control, autoridad aún desde las mujeres dirigentes. Eso no quiere decir que debemos aceptarla sin ningún reparo. Hoy más que nunca las mujeres asumimos un papel más beligerante en los diferentes campos de nuestra sociedad, lo que nos hace más vulnerables ante el crimen, ante la despreocupación legislativa y ante el creciente aumento de la impunidad y la insolaridad social y política.
Para todas las mujeres dignas que en silencio viven humilladas apagadas, agredidas siendo victimas de la violencia. Por las centenas de víctimas del femicidio.
Itsmania Platero, presidenta de Xibalba Arte Y Cultura (DDHH)
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