Llegaron sin documentos, sin un solo papel que les permitiera vivir aquí. Los residentes de este país los recibieron con algo de sospecha y hasta rechazo, pero al final, algunos les extendieron la mano y les ayudaron a establecerse y a florecer.
Después de todo, eso es lo que hace un buen ser humano. En este caso, los inmigrantes indocumentados llegaron desde Inglaterra en 1607 y esta llegada a lo largo de la historia estableció la base de los valores de los Estados Unidos. Somos un país de inmigrantes.
Hoy, al igual que en 1607, hay inmigrantes que enfrentan peligros para llegar a este pais buscando superarse y escapar cierta persecución en sus países de origen, pero en vez de extenderles la mano, se le está dando una bofetada.
Estos inmigrantes vienen de Centroamérica; son en su mayoría familias con niños, y arriesgaron sus vidas para venir a Estados Unidos porque cruzar el Río Grande es menos riesgoso que permanecer en sus países. Algunos incluso podrían perder la vida si regresan.
Son refugiados que no buscan nada más que lo que los inmigrantes Ingleses buscaban hace 400 años y quienes tuvieron la oportunidad de vivir en paz. Sin embargo, los mismos valores que fueron cimentados por la llegada de cada grupo de inmigrantes que han contribuido a nuestra nación han sido ignorados o, en el peor de los casos, retorcidos y convertidos en algo que puede dañar nuestro tejido social y que está causando miedo y angustia.
Las redadas que está haciendo el Departamento de Seguridad Interna (DHS por sus siglas en inglés), son indignantes e inhumanas. Son vergonzosas y van en contra de nuestros valores como nación. Otra vez cunde el pánico entre la comunidad inmigrante.
En vez de irrumpir a un hogar y arrestar a una madre y a sus hijos para luego llevarlos a un centro de detención sin asesoría legal, deberíamos de ofrecerles la oportunidad de permanecer en este país y darles refugio de la violencia.
En vez de separar familias, deberíamos de hacer el bien por los ciudadanos quienes perderían a su madre o a su padre si son deportados. En vez de negarles el proceso de ley que marca la justicia en nuestro país, deberíamos ofrecerles información, recursos, y asesoría legal para que un juez escuche su caso.
Al deportar a las familias que vienen de Centroamérica en busca de un lugar seguro en donde vivir, para ellos y para sus hijos, el gobierno de los Estados Unidos está desmenuzando los valores que nos han postulado como una luz de esperanza para quienes buscan una vida mejor.
El mundo lo sabe y nos está observando. Y si no alzamos la voz cada vez que estos valores están en peligro de desaparecer, y cada vez que poblaciones inmigrantes son el blanco de persecución e injusticia, nuestra sociedad corre el riesgo de perder lo que nos hace un país ejemplar. Pasaríamos a ser un país en donde el miedo y la intolerancia son la norma.
Debería de darle vergüenza a esta administración que en este momento miles de familias inmigrantes otra vez tienen miedo de ir al trabajo, de salir de sus casas, de mandar a sus niños a la escuela, o de abrirle la puerta a un desconocido.
Esto no representa a los Estados Unidos ni al gobierno que conocemos, aquel que nos ha defendido cuando nuestros derechos civiles han estado en juego. Somos un país tolerante y que siempre ha luchado por ser una sociedad inclusiva en donde acogemos a quienes nos necesitan.
Sigamos luchando por estas familias, y abogando porque reciban la misma oportunidad que nuestros antepasados recibieron y con la cual lograron construir este gran país.
Alcemos nuestras voces y salgamos a las calles a exigirle a este gobierno que pare las redadas. ¡Es momento de unirnos y decir ya basta!