Tegucigalpa.
Un ritual de sangre abre la puerta para entrar al oscuro mundo de las pandillas juveniles.Cárcel, drogas y sufrimiento son parte la vida cotidiana y se conjugan con la oscuridad estatal para aplicar una política preventiva eficiente.La muerte acecha a cada instante, pero lejos de temerle, le rinden culto.
Las esperanzas, si acaso existen, se escabullen en el humo de las drogas que consumen. Estudios realizados entre estos grupos revelan que nueve de diez jóvenes en maras se drogan, siendo esta una ruta de escape para mitigar penas y frustraciones.En sus miradas se ve odio, pero también miedo, desesperanza y a veces amistad.
Sus cuerpos cuentan si han matado, si estuvieron enamorados, si están tristes y advierten que están dentro de una “Guerra por siempre”.Parte de los dibujos que hacen en sus cuerpos o en papel muestras lágrimas, el 666, calaveras, lápidas, mujeres en posiciones sexuales con animales o en diferentes posturas con hombres que las hacen gritar.Un paso más…Con la evolución dentro de este bajo mundo llega el tráfico de armas, la venta, distribución y consumo de droga, los asesinatos por encargo, el cobro de peaje a los comerciantes o conductores de buses.
Antes se veían en las calles de tierra de los barrios pobres de la ciudad, con la ropa floja y el pelo rapado, con sus cuerpos tatuados, pero desde la aplicación de la Ley Antimaras es difícil detectarlos porque la mayoría están en la cárcel, algunos con el objetivo claro de perfeccionar sus técnicas delictivas ante la falta de rehabilitación.
Antes su campo de batalla eran las calles y mercados donde peleaban con chimbas contra sus rivales o contra la autoridad; hoy el escenario de guerra se ha trasladado a las cárceles del país, donde el precio de la hegemonía se paga con sangre y con la vida misma.Adentro están los líderes y afuera están los que hoy sirven camuflados al crimen organizado, con armas automáticas en sus manos, proveídas por el crimen organizado.
La policía sabe que a la par de la guerra contra las maras va el fenómeno de la mutación.“La ley Antimaras quedará estática y ellos se readecuarán porque desde la ley ya no se tatúan, no rifan el barrio con las señas, no caminan tumbados por el temor al color (a que los identifiquen), ya no se reúnen como antes, ahora las reuniones son en las cárceles”, planteó el jefe de la Unidad de Prevención de Maras, el inspector Florencio Oseguera.Están en un proceso de mutación, cambiaran sus estilos y formas. Se conoce el estilo pasado, pero se desconoce lo que ocurre en la actualidad, reconoció.
Una advertenciaLa coordinadora de Xibalba, Itsmania Pineda, que trabaja en recuperar jóvenes imbuidos en este mundillo advirtió que “el perfil de las pandillas ha bajado por la aplicación de la Ley Antimaras, pero por la falta de prevención, rehabilitación y oportunidad para los jóvenes volverán a formarse y estallarán con violencia más grande”.Pineda teme que las cárceles sean como una olla de presión que en cualquier momento explote en actos violentos de gran magnitud. La masacre en El Porvenir, el año pasado, puede ser solo una pequeña prueba de lo que está por venir.Se están pudriendo en las cárceles Actualmente los pandilleros son el 8 por ciento del total de presos del país y pasan todo el día sin atención para rescatarlos de este lugar.Para ellos la cárcel es un trofeo que los hace consolidar su liderazgo.
Antes de llegar ahí tuvieron que transitar la ruta mortal de riñas callejeras con la mara rival y el reclutamiento de más jóvenes sin valores y sin amor.Antes se conocía que el que quería ingresar debía cumplir ceremonias sangrientas, en la actualidad la policía desconoce la modificación de las reglas ocasionadas por la aplicación de la Ley Antimaras.Entre los rituales de bautizo estaban la muerte de un rival o pelear hasta con cien pandilleros por 13 segundos en la Mara Salvatrucha y por 18 segundos en la Mara 18; las mujeres se utilizaban para hacer cualquier tipo de actividad sexual con los líderes y ahora son usadas para satisfacer a los presos.Al inicio los jóvenes son atraídos por la lealtad, compañerismo, igualdad, compromiso, respeto y honor que ofrece la pandilla, pero una vez dentro “se muere por el barrio o se mata por el barrio”.Dentro, los errores se pagan con la vida o con la muerte de los seres más queridos. Sólo pueden salir los que busquen a Dios de lo contrario la puerta se cierra con “Luz Verde” (muerte).
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